Selfis

Por: Guso | @cronicadeguso

Cristina se acomoda el fleco y aprieta los labios para emparejar el color de su boca. Con una mano levantada sostiene el teléfono y busca el ángulo que acomode en la pantalla su rostro y la fachada de la tienda detrás de ella. Clic. La pose desaparece de inmediato, pero queda impresa en la pantalla para siempre.

Hace cien años, tomar una fotografía requería de máquinas aparatosas, profundos conocimientos técnicos y mucho, mucho tiempo. A mitades del siglo pasado la fotografía seguía estando exclusivamente en manos de especialistas, aunque ya era más eficiente su proceso. Hace apenas veinticinco años ya todos teníamos cámara y Walmart nos entregaba las impresiones de nuestros rollos en una hora.

Finalmente alcanzamos el punto histórico en que toda persona tiene el poder de capturar fotográficamente cualquier momento y compartir la imagen de manera inmediata. Al tener frente a sí este océano de escenas por registrar, el ser humano decidió mejor darle vuelta a la cámara y fotografiar lo más hermoso que cada uno conoce: a sí mismo. La selfi nació.

En 2014, la Fundación para el Español Urgente anunció que selfi había sido elegida como palabra del año. Un anglicismo. Una palabra que los hispanoparlantes preferimos adoptar en vez de la propia autofoto. El término era urgentemente necesario para referirse a la acción en que una persona se saca una foto a sí misma, una acción cada vez más común y normalizada, tanto, que hasta dirigentes de naciones preparan montajes para que las fotos tomadas por terceros parezcan selfis.

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Hermosa. Bella. Tú siempre tan linda. Cristina lee los comentarios y cuenta los corazones de su selfi. A la pregunta abierta de “¿Qué opinas de las selfis?” la mayoría responde que son pura inseguridad disfrazada de narcisismo. Menos las propias, claro: esas son para compartir momentos o, a veces, declaratorias irónicas. 

En el Paleolítico nos dibujamos en las rocas y en la actualidad nos sacamos selfis por la misma razón: decimos “aquí estoy, soy parte de, existo, mírame, pasé por el mismo mundo que tú”. Y lo seguiremos haciendo: al fin y al cabo, nunca había sido tan fácil ni habíamos tenido estas divertidísimas máscaras de perrito.

El ser humano giró la cámara para fotografiar lo más hermoso que conoce: a sí mismo.

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Este texto apareció originalmente en el número 3 de la revista Desértica, julio de 2017.

Guso Macedo Pérez