Tus primeras ¿palabras?
Las 3 hipótesis de lenguaje que originó mi hija sin hablar
Por: Carlos | @CarlosMacedoCom
De seguro tu primera palabra fue… No, olvídalo. Incluso si supieras, siempre quedará la duda: ¿la pronunciaste como un intento de imitación deliberado o fue simple casualidad fonética? El burro a fin de cuentas sí tocó la flauta aunque no es lo mismo voluntad y habilidad que casualidad.
Entonces tal vez la validez de la primera palabra tendría que ver con la intención y voluntad del sujeto, en este caso una bebé, de por lo menos imitar a conciencia el sonido. A través de mi hija y sus balbuceos de los cuatro meses hasta sus casi 2 años de vida recorrida, fue que empecé a explorar las profundidades de algo tan sencillo como complicado: nuestro lenguaje y cómo lo aprendemos. Sencillo porque lo aprendemos “naturalmente”, sea lo que sea que signifique eso. Complejo porque se trata de un sistema con varias dimensiones de reglas -y no sólo las gramaticales- que obedecemos sin saber siquiera que existen.
Así es. Mi pobre hija se ha convertido en objeto de estudio del proceso de formación de lenguaje. Entonces ahí me tienen, señalando con el dedo al objeto que cuelga en la pared de su cuarto y repitiendo ma pa che. Y mientras sigo con el maaa paa cheee a dale y dale, me pregunto si ella pensará que me refiero a la pared, al color de la pared, al objeto cuadrado que cuelga de la pared, a la forma cuadrada del objeto, al dibujo dentro del objeto o al color del dichoso animal. Por que si lo piensa uno, a todo eso apunta el dedo. ¿Cómo espero que discrimine correctamente y que le atine a lo que estoy señalando específicamente?
Mapache
Ilustración de Marce Islas
Incluso pensando en que se concentra en el objeto colgado y no en la pared, encontramos que un mismo objeto califica como parte de diversas categorías. Es cuadrado. Es color tal. Es una ilustración. Es un adorno. ¡Cuántas palabras le podría pedir a la infante que repitiera, todas correctas y ninguna definitiva!
Y luego viene otro tema. Suponiendo que logró vincular el sonido de ma pa che al animal… ¿lo reconocerá cuando vea a un mapache de verdad? Yo recuerdo que de niño, cuando veía botargas pensaba: “A mí no me engañan. Eso no es Tribilín. Tribilín es más brillante, menos voluminoso y ni de chiste se mueve así”. Supongo que luego mi hija verá un mapache de verdad y dirá: “A mí no me engañan…”. O pensará que la palabra /mapache/ corresponde a la representación gráfica del animal y no al animal en sí.
Apenas estamos explorando el tema de las categorías que cada objeto contiene y por lo tanto de los alcances de la palabra que lo designa. Y ahora saltamos al plano de la expresión, del significado más emocional y real de nuestros fonemas. Y aquí viene, al fin, mi primera propuesta tras todo el balbuceante rodeo.
Hipótesis 1. Antes de aprender el significado “oficial” de las palabras, aprendemos su relevancia en cuanto a las acciones que desencadena su uso. Y eso me parece que es un significado más real que el que nos regala el diccionario.
Lenguaje kinésico
Aprendemos primero el significado de los tonos de voz antes que de las grafías.
El significado emocional de nuestras palabras va más ligado a la kinesis y al lenguaje no verbal. Ya sabes, “no es lo que dijo, sino cómo lo dijo”. Y así descubrí que además de imitar la sucesión de sílabas que forma una palabra o frase, mi conejillo de indias imitaba las tonalidades. Y decidía también romper las reglas, dejando ver que el aprendizaje del lenguaje sobrepasa la simple repetición de palabras y va al vínculo entre los tonos de voz y la emoción que despiertan e incluso la manipulación de los significados.
Me explico con lo que ocurrió una noche. Yo estaba arrullando a la bebé cuando entró su mamá a la habitación. Sintiéndome victorioso y con una falsa certeza de que la criatura dormía, comencé a comunicarme en susurros con su madre. También en un susurro, contestaba ella… cuando la cabeza del Objeto de Estudio se alzó de repente y comenzó a susurrar, en el mismo tono de voz de secrecía, sílabas inteligibles que no formaban ninguna palabra real. Pero dejaron ver claramente que ella también era parte del secreto. O sea, no entendía lo que decíamos (creo), pero entendía bien la dinámica del tipo de relación de ese momento y se adecuó a la norma social y lingüística, con la consecuente carcajada de su papá y mamá.
Hipótesis 2. Antes que aprender el lenguaje, adquirimos la habilidad de su uso socialmente aceptable.
En cuanto a la rebeldía, esta llegó después de varias semanas de imitación de su canción de cuna. Las palabras no eran del todo correctas sílaba por sílaba, pero la cercanía era suficiente para reconocer la canción en su vocecilla. Y el estilo de voz usado era bastante similar al de la muestra, en lo general… hasta que una noche no lo fue. Y fue esa noche que la dulce canción de cuna salió a todo pulmón, todo grito y toda alegría. Interpreté sus gritones cánticos como un “estamos en el lugar correcto, este sitio con cuna en donde me depositan al terminar el día; pero no iré calladamente en la noche –parafraseando a Dylan Thomas– pues lo que realmente quisiera es tirar un desmadre”. Fue una rebeldía deliberada. Entendió que ese no era el sentido de la canción, pero decidió torcerlo para salirse con la suya y evitar el irse a dormir. Entendió la regla… y la rompió.
Sílabas y decisiones
En algún momento se detiene la imitación y comienza la voluntad.
Lo que me parece muy extraño es que la gramática, tan compleja como se antoja, es más sencilla que entender las reglas del comportamiento social. Aún no llega la capacidad de hilar un enunciado, pero ya tiene la habilidad del uso social del lenguaje y de su manipulación o uso a conveniencia.
Pero seamos justos. Decíamos que la gramática era generalmente ignorada, pero no es así. Si damos unos pasos para atrás y retomamos la época de los primeros balbuceos, llegamos a otro terreno fascinante: las reglas de combinación de sonidos de cada lenguaje. La gramática más primigenia.
El conocimiento del idioma no llega aún en nuestro Objeto de Estudio al grado de dominar las reglas para mezclar palabras. Pero sí existe ya el conocimiento de cómo mezclar sonidos para formar palabras. Entonces, desde edad temprana empezamos a tomar nota de estas reglas que no, no son del todo lógicas ni iguales en todos los idiomas. Son reglas existentes y, aunque poco analizadas, son de las más difíciles de romper. Incluso leí por ahí con Benjamin Lee Whorf que las palabras falsas inventadas por los autores estilo Lewis Carroll obedecen a esas reglas inapelables de combinación de sonidos. Y me atrevo a agregar que este complejo e inviolable sistema es de los primeros conocimientos aprendidos.
Hipótesis 3. La primera regla de lenguaje aprendida es la de las opciones disponibles en cada lengua para combinar sonidos.
Aquí cerramos esta exposición. No intentaré probar, aún, cada una de las tres hipótesis. Y no es por falta de interés en el tema, sino por cuestión de tiempo, pues la pequeña que originó este tratado psicolingüístico anecdótico ya está emitiendo ciertos sonidos que, en nuestro contrato social, implican una invitación u orden para que vaya con ella a tirar un relajillo ligero antes de dormir.